martes, 26 de julio de 2016

El helor de la muerte

Desconozco realmente el verdadero motivo de esta publicación.   Quizás está inspirada en un comentario que me hizo un amigo hace unos días, quizás se deba a otra cuestión pero lo cierto es que este texto no encierra una fantasía o un “delirio filosófico” sino que narra un suceso real que me ocurrió hace unos años.   Para que se entienda tengo que brindar algo de contexto.  Desde pequeño descubrí que tenia ciertas capacidades, dentro de ellas la de sanar es una de las fuertes.   En algún momento producto de mi propia “falta de fe”,  y lo pongo entre comillas porque no tiene que ver con la fe religiosa, me llevó a que estas capacidades se debilitaran.  Aunque en realidad eso no importa demasiado, lo que si importa es que estas capacidades volvieron, al comienzo de forma caprichosa pero luego, cuando entendí y acepté algunas cosas lo hicieron de forma más controlada.   Durante ese período mi abuelo enfermó de cancer de pulmón.   Cuándo se detectó ya no había nada que hacer, o al menos no lo había para la medicina.   ¿Podría yo haber hecho algo?   No lo sé, lo que si sé es que no quise siquiera intentarlo.   ¿Por qué una persona que afirma poder sanar no querría intentar al menos sanar a su abuelo?  Fue justamente ese el momento en que comprendí y acepté por qué a veces la sanación no funciona.   Había tenido un atizvo de esto cuando el sobrino de un compañero padeció una enfermedad similar.   En ese momento no lo entendí por completo porque las razones eran otras, el niño mejoraba luego de mis intervenciones, pero luego recaía.   Jamás conocí al chico en persona, pero si tuve otro tipo de “diálogos” con él y entendí en ellos que él no quería sanar.   Entonces no importaba mi voluntad de ayudarlo pues sólo alargaba una agonía innecesaria.   Dejé de intervenir
Mi abuelo por otro lado se aferraba a la vida, era untipo bueno, pero como todos tenía sus cosas, entre ellas estaba bastante aferrado al plano terrenal y se negaba a dejarlo.   Esto puede a veces confundirse con ganas de vivir, pero en su caso era miedo, no estaba en paz con él mismo y es justamente esta falta de paz lo que me brindo la comprensión.   Repito la pregunta anterior para volver a hilo.   ¿Por qué alguien que afirma poder sanar se negaría a intentar siquiera curar a su abuelo sobre todo cuando este fue un buen abuelo?   La respuesta que entendí es que no debía hacerlo porque aquella enfermedad era una oportunidad y fue la última, de estar en paz con su persona, con su propio ser, cosa que lamentablemente no hizo.
La enfermedad progresó y llegaron los dolores, ante eso decidí intervenir, no para sanar sino para aliviar.   Recordarán que dije que mi abuelo era, y quizás sifue siendo, una persona muy aferrada al plano espiritual, este es otro motivo por el que las sanciones deben ser “controladas”.   Como dije no pude permanecer inerte ante su dolor y decidí usar esta habilidad para aliviarlo.   Fue una de las peores experiencias qie atravesé, lo que vi y sentí lo mencione a personas cercanas a mi pero sin mucho deralle.   Otro amigo me había advertido de esto pero la verdad no lo escuché.   Al comienzo todo fue como siempre, me relajé, me concentré y comencé a aliviar, sentí el calor que siento siempre que hago esto pero ests vez ocurrió algo distinto, sentí una fuerza que sorbía con desesperación la fuerza vital que yo entregaba.   Un apetito voraz que buscaba asegurar su permanencia en el plano físico.  Comencé a sentirme mal, algo mareado, pero sobre todo comencé a sentir un helor indescriptible dentro del pecho que se expandía y se hacía cada vez más frío, no podía cortar el vínculo, ni podía desprenderme de aquello que ya no era completamente mi abuelo.   Finalmente usando mucho de mi voluntad logré separarme.   Mi abuelo me agradeció, me dijo que se sentía mucho mejor y se durmió.   Yo me asusté porque supe que aquello que había sentido, aquel frío que comenzaba a poblarme no era otra cosa que la succión de mi propia vida