martes, 21 de junio de 2016

¿Qué fué del Capitán?

He cometido una gran injusticia, dejé al capitán Lawrence muriendo de frío, heroico por el sacrificio altruista al que se entregó, pero con su gesta incompleta. El capitán, como tantos otros, es un heraldo de la Dama Blanca, y como tal, dotado de los dones del Espíritu y por ende capaz de obrar milagros cuando la necesidad es grande. Es por eso que Mikael Lawrence no podía limitarse a morir de frío antes de ingresar al Páramo, no, tenía que asegurar la supervivencia de los suyos o, al menos, conseguirles tanto tiempo como fuera posible.

Mikael Lawrence había dejado el campamento de madrugada y, tras asegurarse de no poder ser rastreado, emprendió la marcha en sentido opuesto para cazar a sus cazadores. Sus piernas entumecidas no le permitían avanzar de prisa, pero tampoco lo necesitaba. Había pensado en usar los Dones para recuperar temporalmente la movilidad de sus piernas aunque descartó la idea casi de inmediato por el mismo motivo que lo había hecho anteriormente. El enemigo tenía Sintientes entre sus rastreadores y hacer uso de sus Dones revelaría su posición. No, aún no era momento de dejarse ver. Lawrence conocía la zona, había cazado allí durante años y eso le otorgaba una gran ventaja.

El invierno había comenzado hacía ya un buen tiempo, el frío había sido mucho mayor que otros años, tanto era así que el lago se había congelado antes de tiempo y la capa de hielo era bastante más ancha que de costumbre. Fue por esa razón que había ordenado el escape por aquella ruta, bordear el lago por los caminos sumaría muchos días a su marcha, en el lago no tendrían refugio, pero llegarían mucho antes a tierras amigas. Por supuesto no eran esas las únicas razones, Lawrence siempre preveía, era aquella cualidad la que le había permitido salir adelante una y otra vez en las condiciones más adversas, el capitán había tenido en cuenta la ventaja táctica que podía ofrecerle a la Vieja Guardia, en caso de tener que combatir, encontrarse sobre aquella superficie. Los suyos no había abandonado el hielo todavía, pero lo harían a tiempo, tendrían que hacerlo a tiempo.

Esperó una noche más soportando el cruento frío arropado tan sólo con su capa y una manta de lana vieja y manchada y entonces decidió que ya era tiempo de revelar su posición. Con el aliento helado intentó ponerse de pie, clavó su espada en el hielo pero sus piernas fallaron y cayó de bruces, bufó molesto e invocó su poder para sanar sus piernas. Se incorporó como si nada hubiese pasado y se preparó. El enemigo lo había sentido, pudo escuchar los cuernos y los tambores, se acercaban por el estrecho y aparecerían delante de él en apenas segundos. Quince flechas en su carcaj para cuando estuvieran lejos, una espada y un escudo para cuando llegasen a él. Inspiró el helado aire profundamente, cerró los ojos y se concentró mientras decidía cuál sería la mejor estrategia. Golpear con fuerza y velocidad provocaría desconcierto y alguna desbandada, quizás incluso una retirada temporal, pero lo desgastaría y no llegaría recuperarse a tiempo. Simular debilidad estimularía a la tropa enemiga, sabían que poseía Dones, pero no conocerían su verdadero poder hasta que fuese demasiado tarde. Abrió los ojos y esperó a que sus enemigos llegaran.

Gnolls, humanoides perrunos, heinescas criaturas, honorables guerreros corrompidos que se habían unido a las tropas del enemigo. El carcaj se hallaba atado a su pierna izquierda, dirigió su mano diestra hacia él, tomó una flecha y tensó el arco mientras su ojo buscaba al primer objetivo. Su visión se alteró y ya no percibió las formas sino que buscó las alteraciones vibratorias propias de los usuarios del Don. La llamaban visión verdadera y eran pocos los que contaban con ella. Acabaría primero con los magos.

La saeta se movió propulsada por el destensar de la cuerda y antes de que diera en el blanco otras dos habían sido disparadas. Pudo contar diez magos y cinco heraldos, tenía una flecha para cada uno comprobando otra vez que la causalidad era lo único que regía sus vidas. Quince segundos, quince muertos en el ejército rival, ya no había magos ni usuarios de la magia entre ellos, marcó su arco, su espada y su escudo, llegarían a su hija cuando él cayera, y se preparó para el combate cuerpo a cuerpo. Era rápido y más cuando se potenciaba con los dones. Se movió internándose entre las filas enemigas, cortó bloqueó y volvió a cortar, había caído ya una treintena de enemigos, pero eran miles. Retrocedió, cedió terreno, llevó a sus enemigos al centro del lago, desde la orilla opuesta, la Vieja Guardia tardaría en entender qué era lo que sucedía en la blanca inmensidad que tenían a sus espaldas, se dejó flanquear, rodear y continuó peleando agotando sus energías, segando la vida de sus rivales. El filo rival encontró su brazo diestro a la altura del hombro, se había despojado de su armadura, la había dejado en el campamento pues no estaba en condiciones de cargar con ella, así que el impacto lo recibió su brazo y la sangre manó unos instantes hasta que la herida cerró producto de los Dones, se agotaba, se cansaba, no podría mantener aquello por mucho más tiempo. Clavó su espada en el hielo y un escudo invisible se extendió a su alrededor brindándole unos segundos de inmunidad, debía apresurarse, cerró sus ojos, debía activar las marcas.

El enemigo todavía no llega, nuestro capitán apenas ha curado sus piernas, graba el símbolo de la dama en distintas partes del hielo, se mueve rápido, veloz como siempre lo hizo y agrega una marca tras otra pues sabe las necesitará, será su golpe de gracia y lo dará antes de caer. Las marcas servirán de foco, le consumirán energía, lo sabe, pero ya ha aceptado su destino, no tiene esperanzas de salir airoso de esta batalla, sabe que caerá, la Dama lo espera, ha llegado la hora de combatir en el Páramo.

La energía que le quedaba se derramó hacia los símbolos que había marcado en el hielo, no los había colocado al azar, por el contrario cada uno jugaba un rol fundamental. Todo comenzó en los más cercanos a la orilla, no quería que sus enemigos tuvieran posibilidad alguna de retroceder. El hielo estalló por los aires dejando que el agua helada aislase a sus enemigos de la tierra firme. Como si se tratase de una sucesión de explosivos encadenados por una mecha invisible el resto de los símbolos estallaron también, uno a uno conformando un círculo que se tornaría mortal.

Su escudo comenzó a flaquear, había gastado más energía de la que esperaba, pero sus enemigos no aprovecharon la oportunidad, presas del pánico se distrajeron viendo volar el hielo y cuando volvieron a mirar hacia Lawrence este ya había erguido su espada nuevamente y tras mirar al cielo susurrando un nuevo pedido de perdón para su hija clavo la hoja en el agua congelada, expulsó los últimos fragmentos de energía que había en él y se sumió en la inconsciencia mientras el hielo se desgarraba bajo su cuerpo y las heladas aguas del lago reclamaban su cuerpo desvanecido.

Pasarían años hasta que Alina recuperase las armas de su padre, hasta que formase parte de la Vieja Guardia y hasta que se convirtiera ella misma en el nuevo capitán Lawrence, pero Mikael se hallaba ahora en un lugar donde el tiempo no existía, o al menos no como los hombres lo conciben, ingresaba en el Páramo guiado por la Dama, sonriente pues podía ver el futuro que había contribuido a conformar para su hija y amigos

miércoles, 15 de junio de 2016

Capitán Lawrence

Los bardos convirtieron esta historia en canción o la canción se convirtió en historia.  Es algo que no está claro, pero tampoco importa demasiado.

El golpe en la puerta provocó obscuros augurios en el corazón de Alina Lawrence que corrió presurosa escaleras abajo y abrió la pesada puerta de madera con el corazón astillado.  El uniforme blanco con ribetes naranja confirmó las peores noticias, Mikael había muerto, no tenía dudas de ello, lo había presentido, pero la esperanza y la fe la habían mantenido entera durante todo este tiempo.  Sus ojos se nublaron y las lágrimas amenazaron con salir, sin embargo se contuvo y tomó las dos cartas que el soldado le entregaba.  La primera contenía una invitación para ella y el resto de la familia a un banquete que darían en palacio.  La segunda era de Mikael y explicaba por qué había faltado a su promesa.

“Hemos resistido el embate del enemigo y este por fin se retira, sin embargo nuestras tropas han sido golpeadas como nunca antes había sucedido, hemos perdido mucho buenos hombres y la Vieja Guardia se ha debilitado más de lo que podía permitirse.  Regresarán, estoy seguro de eso, y acabaran con nosotros y el poblado que vinimos a proteger si no partimos cuanto antes.  Debemos partir, movilizaré a los hombres, tomaremos todo lo necesario y tras dejar antorchas y muñecos de paja nos iremos por la noche.  Espero que esto distraiga a nuestros enemigos el tiempo suficiente.”

Alina se sentó en un pequeño taburete y enjuagó sus lágrimas, respiró profundo y una vez su vista hubo dejado de estar nublada continuó leyendo.

“El frío es implacable, la lluvia y la nieve nos golpea con vehemencia y los vientos nos impiden avanzar con la velocidad necesaria, apenas nos detenemos para comer o dormir y evitamos encender fuego, ni siquiera antorchas que iluminen nuestro paso, para evitar dar a conocer nuestra posición.  Sin embargo pocas son las esperanzas que guardo, nuestros enemigos no son tontos y una vez superado el engaño del poblado, que como mucho pudo haber durado hasta esta mañana, avanzaran tras nosotros, nos sabrán débiles y nos rastrearan.  Son buenos en eso.”

Escuchó pasos y a sabiendas de que no iba a poder guardar el secreto dejó sobre la mesa la invitación al banquete y corrió escaleras arriba, se encerró en su habitación, se recostó contra la puerta y sentada en el suelo continuó son su lectura cubriendo de imágenes las palabras que leía.

“Mi tropa avanza lenta, en contra de mis órdenes se han dividido, la mayoría avanza veloz junto a los pobladores, el resto, unos pocos buenos hombres, todos ellos grandes guerreros y amigos, se retrasan arriesgándose más a cada momento para aguardar mi paso lento.  El frío tomó mis piernas y estas se congelan poco a poco, arrastraré a estos hombres a una muerte segura producto de la lealtad que tienen para conmigo.  Mi corazón sufre, pero la respuesta llega a mi poco a poco.
Por la noche escuchamos los tambores, nuestros enemigos avanzan hacia nosotros.  Mi corazón se divide ahora pues, consciente de lo que debo hacer, comprendo que mi decisión provocará dolor y faltará a una promesa.  Perdóname Alina, sé que prometí volver, sé que me esperas y el poder volver a ver tu sonrisa es lo único que me permitió avanzar este tiempo.  Espero entiendas porque falto a mi promesa, estos hombres y sus familias no merecen sufrir lo sufriremos nosotros.  Lo veo en sus rostros, no dicen nada, no emiten palabra, pero suplican.  Lo he decidió, esta noche abandonaré el campamento en sigilo, me iré tan lejos como pueda, cubriré mis huellas y evitaré que puedan seguirme sin dejarles otra alternativa más que avanzar.
Ruego a Dios que me perdone, de verdad siento mucho no volver a verte, perdóname por partir así Alina, pero este viaje es sólo para mí.   Te pido me recuerdes mejor de lo que fui, sabes que te quiero y en verdad siento tener que irme así.

Hermanos de la Vieja Guardia, me habéis servido en vida con absoluta lealtad, haced una última cosa por mí, no me busquéis, continuad avanzando, salvad a la gente del pueblo y entregad esta carta a mi hija Alina.

Capitán Mikael Lawrence”


El banquete conmemoraba el heroico accionar de su padre, pero ella, a pensar de entender y a pesar de haber perdonado la promesa incumplida no asistió.

Inspirado en 

lunes, 6 de junio de 2016

Diferencias

Hace rato que no publico y eso tiene un porqué.   El otro título que iba a tener este blog era “Historias de celular” porque, como conté en la presentación las escribo en mi teléfono móvil mientras viajo desde o hacia el trabajo.   Hace un tiempo cambié mi horario de trabajo y eso hace que tenga que viajar en un momento donde el transporte público explota literalmente de gente.   Gente que se empuja, se molesta y,  en ocasiones, se pelea.
Hoy una de esas molestias disparó un comentario que por desgracia es “normal” entre mi gente.   Era algo así como “estos negros de mierda no estudian ni trabajan y pretenden… “.   El resto no importa, hoy fue una cosa, mañana será otra.   Lo que si importa, o al menos me importa, es el comienzo de esa frase.   Comienzo qué, dejando de lado el racismo que conlleva, implica, de quienes la dicen, cuanto menos, una limitada capacidad de análisis y una sobre valoración de ellos mismos en cuanto a sus logros.
Muchas de estas personas tienden a creer que aquello que consiguieron, material o no, se debe exclusivamente a su esfuerzo, dedicación y sacrificio.   Si bien hay algo de esto que es cierto, también existen otros motivos que son ajenos a ellos y que tiene que ver fundamentalmente con la “suerte” de nacer en tal o cual cuál familia y en uno u otro estrato social.
Digo de aquellos que se expresan de esa forma que tienen cuanto menos una escasa capacidad de análisis porque parecen no percibir cuánto de lo que tienen, lograron y son lo deben a su entorno.   Al familiar, primero, al educacional, laboral e incluso a las amistades luego.   Empecemos por mirar con mayor atención el familiar, al que normalmente solemos prestar atención para criticar las fallas que tuvieron para con nosotros cuando niños, pero dejemos de lado las cuestiones económicas por el momento, ya las tocaré más adelante.   ¿Cuánto de lo que logramos se debe al apoyo familiar?   No sólo a la posibilidad de estudiar, sino a los incentivos recibidos, a las ayudas a la hora de hacer la tarea, a la comprensión a la hora de volver a casa con malas notas o a acordarse tarde que teníamos tarea para hacer.   ¿Qué impacto crees que podría haber tenido en tus logros el hecho de haberte criado en un ambiente familiar violento donde gobiernen el grito y el golpe.   Donde ante un olvido, una mala nota, en fin, ante la incomprensión de que un niño no es adulto, la respuesta fuera violencia?   ¿Y si al combo le añadimos la violencia social a la que está sometido el pobre?   ¿Y si además le sumamos los problemas que traen para el desarrollo cerebral verse inmerso casi con constancia a las malas relaciones?
El panorama cambia bastante ¿No?   Y eso que todavía no tocamos la cuestión económica.  ¿Cómo puede, sobre todo hoy día, un niño que se cría sin acceso a la tecnología hasta el ingreso al secundario, con suerte, competir con otro que tiene una tablet desde los tempranos dos años?  El estímulo que el acceso a la tecnología brinda es increíble, la capacidad de aprendizaje aumenta exponencialmente, el razonamiento, la comprensión, incluso la facilidad para hablar otras lenguas, todo eso se incrementa cuando una persona no pasa frío, ni hambre, cuando tiene tiempo para desarrollarse en un ambiente sano y con escasa violencia.
Pensando en esto  ¿Cuánto de lo que sos y lograste se debe exclusivamente a vos?