viernes, 28 de octubre de 2016

La sombra



Había llegado la noche y luego de un día extenuante y tras haber cenado, disfrutado de una película y tomado un relajante baño decidí que era hora de ir a dormir. Mi familia estaba de viaje por lo que la casa se había convertido en una morada extraña, cubierta de melancolía e invadida por la soledad. Seguramente mis ánimos influyeron para los sucesos que acaecieron más tarde, casi con total seguridad podría afirmar que la obscura criatura llegó al patio trasero de mi hogar producto de la pestilente negatividad que me embargaba. Me encontraba durmiendo en la habitación donde habíamos dispuesto la computadora y una cama para las visitas, siempre que se iban dormía allí pues el dormitorio principal me resultaba ajeno con la ausencia de las inquietas y amables acompañantes que solían dormir conmigo.

Una sensación de alarma me despertó, quizás producto del inquieto sueño me había despertado el sonido de algún animal nocturno, pero lo que sentía dentro del pecho me decía que había algo más, algo de una naturaleza menos terrenal. Con cierto temor me puse de pié, abandoné la habitación y me dirigí a la cocina con el objetivo de verificar si la puerta que daba acceso al patio estaba cerrada. Decidí no encender las luces y avancé en silencio y desnudo. Al girar lo primero que percibí fue el brillo que manaba de la luz del refrigerador, había dejado la puerta medio abierta. Avancé para cerrarla sin que aquella sensación de alerta y peligro menguara en lo más mínimo. Fue entonces cuando la divisé, la silueta, pues no pude identificar nada más que eso, una silueta obscura y maligna, se desprendió del techo dispuesta a penetrar mi santuario. De alguna forma fui capaz de comprender que olisqueaba el aire en busca de una presa y quizás incluso en busca de una madriguera donde anidar. Es cierto que cuando la soledad me rodea puede pensarse que me debilito, pero es sólo la apariencia que el dolor y la desesperación cobran en mi persona. Tenía miedo, por supuesto que lo tenía, el terror me invadía en lo más hondo de mi ser. Una criatura inhumana se encontraba a escasos metros de mí con el propósito de profanar mi hogar y, lo supe entonces como si de una epifanía se tratase, dañarme, lo habían enviado, también lo supe en aquel instante de vacilación, alguien, un ser humano lo había enviado a atacarme. Todo sucedió muy rápido, el terror que se aferraba a mi pecho no desapareció, pero la resolución de que aquella cosa no profanase el hogar de mi familia me otorgó el ímpetu necesario para hacerle frente. Corrí hacia ella y entonces, antes de que atravesase la puerta, saltó con rotunda agilidad a la pared para luego alcanzar el techo. Hice lo propio y cuando alcancé las alturas bramé en busca de ayuda. La bestia era rápida y por alguna razón me temía, desde aquel lugar pude ver otros y comprendí que aquel ser ya no estaba allí. Entonces algo me arrastró a través de la techumbre y las paredes para depositarme nuevamente en mi cuerpo físico. Abrí por segunda vez los ojos, esta vez los del cuerpo y avancé sin dudarlo hacia la cocina en busca de algún rastro de mi atacante. No me sorprendió encontrar la puerta trasera cerrada con llave, ningún rastro de la criatura y el refrigerador medio abierto con su brillante luz manando del interior

lunes, 17 de octubre de 2016