martes, 15 de noviembre de 2016

Dishi Hermano Akáshico


El Drhama, la décima esfera, el todo. Nuestra vida trasciende regida por él, en el Drhama se encuentra todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será. Quien logre conocer el ciclo Drhamico adquirirá la Verdad Única del Cosmos. Conocerá los principios de la Creación misma y, por ende, trascenderá la esfera humana.

El Cosmos nos conecta, regido por el Dhrama es el tejido de la creación, el patrón del que todos formamos parte.

El camino de un Hermano Akáshico es duro, no solamente hace falta un gran control del cuerpo, sino que también es necesario el dominio de las emociones a través de la mente. Es sumamente importante reconocer cuando la quietud debe transmutarse en movimiento, cuando la fuerza sagrada que inunda nuestra esencia debe encenderse y cuando es necesario mantenerla apagada. Para lograr este cometido nació el DO, un arte comprendida por pocos y, en la gran mayoría de los casos, sólo advertida por su capacidad marcial sin llegar a entender que es mucho más que eso.

A través del DO los Hermanos enfocamos nuestra mente y accedemos al tapiz. El DO es una herramienta que nos permite conectarnos con el cosmos y el Dhrama, la meditación es otra

La historia almacenada en los registros que nuestra Hermanda protege nos enseña la necesidad de fluir con el Dhrama, de no oponernos a él, de no intentar forzarlo. Hacerlo no trae más que terribles e impredecibles consecuencias. Ya sucedió en el pasado y volverá a suceder. El Tigre, el Dragón y el Fenix se muestran inquietos, algunos de nuestros yoguis predicen importantes eventos para el futuro cercano, el mundo espiritual se agita y las hebras del futuro muestran la posibilidad de torcer la balanza en favor de las tradiciones. En favor de la ascención y la libertad toda, porque aquel al que se le oculta la verdad no puede practicar la libertad. Esto, la oclusión de la verdad, la coherción de la libertad del Hombre, es lo que, desde hace siglos, lleva a cabo la Orden de la Razón.

No debemos engañarnos, no, somos tan culpables como ellos. Nosotros, las tradiciones, hicimos poco para impedirlo. Si, si, llevamos a cabo el famoso Concilio pero nos mantuvimos inactivos, desunidos y discutiendo mientras ellos se ocupaban en alterar la concepción de la realidad.

Si hay una cualidad del Dhrama imposible de eludir esa es la restitución del equilibrio, la compensación de la balanza Cósmica. Debimos, todos, aprender de esto milenios atrás. Las guerras Himalayas nos mostraron de primera mano este efecto, los avatares despertaron violentamente en uno y otro bando, lo mismo sucedió cuando la orden de la razón intentó imponerse en oriente durante lo que los durmientes llamaron segunda guerra mundial. Avatares tecnócratas despertaban en las filas de la Hermandad y viceversa. Las reencarnaciones se sucedían sin apenas tiempo entre ellas, todo esto y mucho más tuvo que hacer el Dhrama para restaurar el balance Cósmico. Muchos, muchísimos, en ambos bandos y en la sociedad durmiente sufrieron por esto y, aún as,í no aprendimos. Acumulamos Karma, irritamos a la trinidad celestial y ahora el Dhrama actuará de nuevo. ¿Dejarán las tradiciones pasar una vez más la oportunidad de corregir las cosas? No soy un yogui, los designios del tiempo están vedados para mí, al menos por el momento, sin embargo en lo que a mí respecta no estoy dispuesto a cruzar mis brazos, decidí buscar otros que como yo se hayan decidido a actuar. Es época de concilio, de unión y colaboración. No cerraré la puerta a posibles aliados, no les esconderé lo que ocupó mi tiempo hasta el momento pues, en aquella tarea redentora, me he ganado poderosos enemigos y es que, antes de escuchar los avisos de los yoguis dediqué mi tiempo a una batalla igual de importante y a la que todavía no puedo darle la espalda.

Había despertado hacía relativamente poco tiempo, desconocía todavía la existencia de los otros "sobrenaturales", por supuesto que había escuchado historias y leyendas acerca de ellos, hasta había visto algo en los Registros, pero todo era superficial.

Para ese entonces me encontraba enamorado, ella se llamaba María y era una excelente muchacha. Íbamos a encontrarnos aquella noche para ir al cine, debía pasar por su casa a las veintidós horas y así lo hice. Llamé a su puerta y no tuve respuesta, intente contactar su mente y me vi rechazado por una fuerza obscura y aterradora. La ventana de su cuarto, en el piso superior, estaba abierta y sin dudarlo me aventuré por ella escalando por un costado de la pared.

No estaba preparado para la escena con la que me encontré al ingresar. Se hallaba en el suelo, de su muñeca izquierda manaba sangre y entonces, una vez más, aquella fuerza tenebrosa chocó contra mi mente. Esta vez embistió con fuerza, me sacudió y conmovió de pies a cabeza.

-Nada mejor que la sangre de una virgen para saciar a la bestia- dijo socarronamente.

La boca del extraño estaba bañada por la sangre de María. La inmunda bestia lamió sus labios y con el dedo índice de su diestra llevó los restos carmesí de fluido a su lengua maldita. Me sonrió con suficiencia y entonces pude ver sus puntiagudos colmillos brillar con la luz eléctrica de los focos. Me paralicé por un instante y la bestia arremetió contra mí. Se suponía que debía vaciar mi mente, que debía dejar a mi cuerpo actuar, fluir, ser uno con el Cosmos. Me fue imposible, el odio avanzó atropellando a mis emociones, destrozando toda barrera impuesta para tratar de contenerlo, despertando a la ira y fui incapaz de aplacarlos, de transmutarlos, de equilibrarlos. Fue casi como un segundo despertar, como terminar de abrir los ojos, de descubrir una parte más de mi potencial. Mi rostro cambió transformándose en una máscara bestial, mi frente se arrugó y mis cejas se juntaron confiriéndome una apariencia salvaje y demoníaca, mi mente creó una barrera destinada a detener los envites de la criatura, mis piernas se separaron en un segundo y mi brazo diestro se proyectó hacia mi adversario. Acelerado por fuerzas místicas y potenciado por la misma esencia de la creación impactó de lleno y certero contra el pecho de la criatura atravesándolo de un lado a otro. Cegado por la ira y el rencor continué golpeando una y otra y otra vez hasta que la criatura quedó reducida a una masa deforme y sanguinolenta y entonces, cuando la ira desapareció llegaron el asco y la tristeza. Las arcadas se apoderaron de mí y vomité. María estaba muerta, el vampiro también y yo me había quedado solo, sin mi compañera y con una inmensa sensación de vacío. Quizás si todo hubiese terminado allí no hubiese comenzado mi guerra o quizás no la hubiese llevado hasta el extremo al que la llevé. Dos noches después caminaba por la calle, me encontré con María, iba vestida con finas ropas blancas, estaba lejos y corrió al percatarse que la había visto. Mi perplejidad me impidió detectar la trampa, corrí hacia ella gritando su nombre, me pareció escucharla llorar y al llegar a la callejuela por la que se había perdido la vi.

Sonreía

Tras ella apareció la misma criatura que había destrozado la noche en que la hallé muerta en su habitación. No entendía nada, no lograba comprender lo sucedido, de manera inconsciente mi mente se había protegido con barreras sólidas, la criatura se acercó a ellas, las tanteó y se alejó nuevamente.

-Aprendes rápido- dijo con una sonrisa –Es increíble lo que puede hacer la mente. ¿No te parece?-

Se burlaba, todo había sido un engaño, la parte en la que lo mataba al menos lo había sido. Había jugado conmigo sólo para mostrarme su trofeo.

-A que no sabes- dijo con una media sonrisa en el rostro –Después de todo no era virgen- rió y ella le festejó el chiste.

-Únete a nosotros- dijo María mientras abría la boca y me dejaba ver sus repugnantes colmillos. –No me he alimentado todavía y mi Sire afirma que tu sangre me sabrá de maravillas- dijo mientras daba un paso adelante y extendía sus manos.

No puedo, no quiero explicar cómo sucedió pero finalmente me vi envuelto en un combate contra aquellas dos entidades. Aquel monstruo había hecho mucho más que matar a María, la había transformado en algo antinatural, en una bestia que atentaba contra la creación misma. Sin embargo, como siempre sucede, el Dhrama se hizo presente y me eligió como su herramienta, mis manos, mi cuerpo, mi magia lograron acabar con las criaturas. Con las lágrimas bañando mi rostro acabe con la no vida de aquella a la que había amado, fue difícil pues su rostro seguía provocándome hermosas sensaciones, pero convencido de que aquella era sólo una burda imitación de María, me obligue a darle por fin la paz que merecía. Lo mismo hice con su Sire, aunque con él no me tomé la molestia de evitarle el sufrimiento, al contrario, me preocupé por generarle el mayor dolor posible y, sin embargo, pareció ser inmune a este.

La batalla se continuó durante mucho tiempo, más del que había supuesto, en un momento dado intentó huir pero le perseguí, con cuidado pues temía me estuviese guiando hacia otra trampa, me había subestimado y lo estaba pagando, buscaba refugio, intentaba alejarse a toda prisa de mí, de mis golpes y entonces percibí algo extraño. Las leyendas tenían algo de verdad, no era de mí de quien huía sino del amanecer que implacable llegaba donde nosotros nos hallábamos. Comprendí esto cuando un hilillo de humo brotó de su piel en un infortunado contacto con la luz solar, alentado por tal descubrimiento apure el paso, le di alcance y lo mantuve alejado de las sombras obligándolo a exponerse al dorado disco que poco a poco se elevaba sobre el cielo otorgándome su bendición y terminando con el reinado de la noche. Ahora sí pareció sufrir, poco a poco comenzó a quemarse, a consumirse entre gritos agónicos hasta que no fue más que polvo. Regresé a mi hogar, empaqué y me marché, debía buscar información, debía conocer a mi nuevo enemigo, aprender sobre ellos, sobre sus habilidades y debilidades, sobre sus puntos fuertes, sus hogares, gustos, sobre su sociedad toda. Recorrí el mundo dándoles caza mientras buscaba información, experimenté con algunos de ellos que logré hacer prisioneros y sumergí mi mente en la de algunos otros, una experiencia para nada recomendable y que casi logra alienarme. Me costó mucho pero logré recuperarme, para continuar mi búsqueda, necesitaba información y acudí también a los Registros, absorbí tanto conocimiento como me fue posible y por fin logre conocer mucho sobre los Cainitas, tal como ellos se definían. Conocí muchos de sus secretos, maté a cientos y volví a Buenos Aires para limpiarla de aquellas bestias en una guerra personal. Me enteré de otros que como yo que compartían su desprecio, supe de sus “trabajos” pero nunca contacté con ellos, diezmé su población y continuó haciéndolo. Su príncipe me busca, intenta acabar conmigo y yo hago lo mismo con él. Algún día nos encontraremos y entonces nos mediremos y el Dhrama inclinará la balanza en su favor o el mío.

Durante mi búsqueda de conocimientos di con un interesante objeto, un anillo que, según dicen, fue forjado por el mismo Miyamoto Musashi uno de los más grandes Hermanos Akashicos que existieron jamás. Hay quienes dicen que todavía se encuentra con vida, hay quien dice que ya es uno con el Dhrama, pero eso nadie lo sabe con certeza.

¿Quieres saber cómo di con el anillo? Esa si que es una historia interesante, pero tendrás que esperar un poco para escucharla.

viernes, 11 de noviembre de 2016

La desnaturalización del hombre, su libertad inherente y la ilusión que lo atrapa.

La ilusión de libertad: Reflexiones sobre la naturaleza humana y el poder

Pensaba escribir sólo sobre uno de estos tópicos, el de la ilusión de libertad en la que nos encontramos sumergidos y asfixiados. Esta idea surgió en mí hace alrededor de ocho años, durante una discusión con un profesor de legislación. En ese momento, era un esbozo inmaduro, un germen que carecía de fundamentación. Hoy, siento que esta reflexión ha alcanzado la madurez suficiente como para desprenderla del árbol y entregarla en este texto.

Inicialmente, pensé en abordar un solo tema. Sin embargo, me di cuenta de que los tres tópicos que se entrelazan en mi reflexión están profundamente conectados. Por ello, para transmitir mi idea con claridad, necesito tratarlos en conjunto. Para facilitar la comprensión, optaré por un enfoque cronológico, asumiendo que cada concepto es consecuencia del anterior.

La desnaturalización del hombre

Es una convicción personal que el ser humano, en algún momento de su existencia, fue un ser plenamente natural, quizá en una época anterior a su bipedestación. Todavía persisten vestigios de esa brutalidad primigenia que caracteriza nuestra naturaleza. Sin embargo, quiero aclarar que "natural" no es sinónimo de "bueno". La bondad y la maldad son construcciones culturales, conceptos mucho más complejos que trascienden lo meramente biológico.

En el transcurso de milenios, hemos dejado de ser seres puramente naturales para convertirnos en entelequias culturales. Este proceso implicó un cambio radical: dejamos de simplemente existir para comenzar a interpretarnos y transformarnos, construyendo una realidad cultural que reconfiguró nuestra percepción del mundo. Al alejarnos de nuestra esencia natural, también modificamos nuestra relación con el entorno, racionalizándolo y encuadrándolo dentro de nuestras concepciones culturales.

El filósofo Clifford Geertz argumenta que la cultura es un sistema de significados compartidos que da forma a nuestras acciones y percepciones. Bajo esta óptica, el ser humano no solo actúa dentro de un marco cultural, sino que también se redefine constantemente en función de él. Prueba de ello son las construcciones de bien y mal, conceptos relativos que varían entre culturas y épocas.

La libertad inherente

La desnaturalización del ser humano le otorgó una cualidad distintiva: la libertad inherente. Al convertirse en un ser cultural, el hombre desarrolló la capacidad de decidir, de no someterse a las leyes inmutables de la naturaleza. A través del conocimiento y la tecnología, comenzó a gobernar su destino, ejerciendo su libertad al elegir y decidir en cada aspecto de su vida.

Jean-Paul Sartre, en su filosofía existencialista, sostenía que "el hombre está condenado a ser libre". Esta afirmación subraya que la libertad es una característica ineludible de nuestra existencia: incluso cuando elegimos no actuar, estamos ejerciendo nuestra libertad. Nadie puede arrebatarnos esta facultad intrínseca; solo podemos cederla voluntariamente.

Sin embargo, esta libertad también es un problema para quienes buscan ejercer el poder sobre otros. Los sectores dominantes han comprendido que no pueden arrebatar la libertad, pero sí pueden influir para que la cedamos, ya sea por respeto, confianza o mediante ilusiones cuidadosamente diseñadas.

La ilusión de la libertad

La forma más eficaz de sustraer la libertad es crear la ilusión de que somos libres. Esta estrategia se ha perfeccionado a lo largo de la historia. En tiempos antiguos, la esclavitud se imponía mediante la fuerza bruta. Pero incluso entonces, algunos esclavos comprendían que, a pesar de su situación, seguían siendo libres en su capacidad de elegir.

Con el tiempo, las religiones se convirtieron en herramientas para controlar la libertad. A través del dogma y la fe, se impusieron normas y conductas bajo la promesa de esperanza o el temor al castigo divino. Aunque las religiones ofrecieron consuelo y estructura a muchas sociedades, también se utilizaron para legitimar jerarquías y mantener el statu quo.

La llegada de la ciencia y la secularización debilitó el poder de las religiones, pero no eliminó el control. De hecho, la ciencia fue instrumentalizada para crear una nueva ilusión: la libertad aparente. En la modernidad, los medios masivos de comunicación y la globalización han moldeado nuestra percepción cultural, influyendo en nuestras elecciones y decisiones. ¿Podemos considerar libre una elección cuando todas las opciones han sido previamente configuradas por intereses externos?

El escritor Stephen King, bajo el pseudónimo de Richard Bachman, exploró esta idea en su novela El fugitivo. En ella, un gobierno totalitario obliga a cada hogar a mantener un televisor encendido como medio de control. Este ejemplo ficcional ilustra cómo la masificación de la información puede moldear colectivamente la realidad y perpetuar sistemas de dominación.

Conclusión

La ilusión de libertad es, a mi juicio, una de las herramientas más sofisticadas y peligrosas utilizadas por los sectores dominantes. Al moldear nuestra construcción cultural, pueden influir en nuestras elecciones sin que siquiera lo notemos. Este control sutil es más efectivo que cualquier cadena o dogma, porque nos hace creer que actuamos por voluntad propia.

Para contrarrestar esta ilusión, es fundamental cuestionar las narrativas predominantes, reflexionar sobre nuestras elecciones y buscar perspectivas alternativas. Solo así podremos recuperar nuestra libertad en su forma más pura: como la capacidad de decidir de manera consciente y autónoma.

Como decía Sartre, estamos condenados a ser libres. Pero esta condena también es nuestra mayor fortaleza, siempre y cuando tengamos la valentía de asumirla y defenderla.

Juan Martín Magallanes en el mundo de Mago

Su despertar fue extraño, al menos extraño para lo que se suponía debía ser. Volvía a casa leyendo un libro que tenía, a sus ojos, mucho de filosófico. Se titulaba “el héroe de las mil caras” y pretendía mostrar cómo todas las historias eran una en realidad. Sin embargo para él el autor de aquel libro había inspirado su pluma con las poderosas palabras de seres superiores y transmitía, sin saberlo quizás, un conocimiento sutil y sublime que pretendía guiar al lector medio despierto hacia un estado de elevación momentánea que permitiera su completo despertar.

Fue en la cumbre de aquel estadio cuando, mediante el hallazgo de una verdad absoluta, dejo de ser hombre para convertirse en mago.

En aquella verdad encontrada se centró su estudio y su magia, al comienzo no hubo más que esa certeza sobre por qué Dios había creado las cosas.

Muchos habían explicado el cómo, y algunos hasta mostraban respuestas lógicas dejando de lado cualquier fanatismo religioso, pero todos coincidían en que preguntarse ¿Por qué lo había hecho? Era perder el tiempo, decían que a la mente del hombre, imperfecta como era, le resultaba incapaz de comprender el motivo que había movido a aquella energía suprema y primigenia a crear tantas otras. Habiendo quienes incluso llegaron a afirmar que intentarlo era forma segura de abrazar la locura.

Juan Martín había leído mucho durante su adolescencia sobre estos y otros temas y, desde que halló aquella recomendación acerca de no intentar, siquiera, buscar el motivo de la creación, este se convirtió en su objetivo. Su mente revoloteaba la idea sin llegar a destino y finalmente terminaba por dejar de lado el problema para retomarlo más tarde y volver a fracasar.

Sin embargo y sin saber exactamente por qué, aquel día mientras leía y viajaba en tren la respuesta llegó a su mente como traída por una voz bendita, una voz familiar, tan familiar que podría haberla considerado un recuerdo. Comprendió entonces el motivo y conciente de él se dedicó a explotar la divinidad que su interior escondía. Lo más importante era aprender a controlar la esencia de la creación.

Aquella energía vitalizante que mora en todas y cada una de las cosas existentes, dadora de vida y muerte, capaz de construir y destruir con manifiesta facilidad era la base para dominar las leyes que regulaban la existencia y fue en ello en lo que concentró su mayor esfuerzo. Luego y siguiendo los pasos lógicos de aquel aprendizaje adquirió dominio sobre las leyes que regulan la vida en sus distintas formas y magnitudes. A medida que develaba aquellos secretos aprendió a conocer las fuerzas que poblaban el mundo, intensificando o apaciguándolas en menor o mayor medida acorde a su voluntad y a su capacidad. Así conoció la materia, algo tan común y sin embargo tan desconocido para muchos.

Profesionalmente Juan Martín se dedicó a algo que parecía distar mucho de aquella otra realidad que gobernaba su vida privada, era programador. Cuando le preguntaban decía que había seguido aquella carrera porque estimulaba su desarrollo creativo ya que se basaba en al resolución de problemas mediante un profundo análisis.

Conocedor del amor vivía en pareja con una mujer que, medio despierta, prefería sumirse en la ignorancia del sueño antes que en la problemática de la vigilia. Esto ocasionó varias discusiones que, aunque fuertes, fueron incapaces de disolver la pareja.

Con el tiempo la situación laboral y económica de ambos comenzó a mejorar y estabilizarse. Él logró formar su propia mediana empresa de la que obtenía una renta suficiente como para vivir con relativa comodidad y ella había logrado posicionarse en la jefatura de uno de los sectores del banco en el que trabajaba siendo la que más aportaba al presupuesto de la pareja. Aquello no constituía un problema para ellos como pasaba con otras parejas donde debía ser el hombre quién llevara el sustento, Juan Martin había sobrepasado ya esas nimiedades machistas.

Recibido de Licenciado en Sistemas había iniciado su carrera como programador trabajando mayormente en consultoras de tecnología e informática, creció y cambió al área de análisis y planificación de proyectos llegando incluso a liderar algunos relativamente medianos.

Ahora su emprendimiento comienza a posicionarse con cierta firmeza en el mercado captando proyectos más atractivos y rentables. Junto con sus dos socios, Norberto y Eduardo, llevan adelante y con un ritmo de crecimiento envidiable aquella compañía productora de software.

Victoria era una persona hermosa en todo sentido. Además de sentirse atraído por su cuerpo, Juan Martín, veía en ella un alma piadosa e incorrupta que debía proteger y cuidar incluso de él mismo. A él le resultaba incomprensible como una persona con aquel potencial tan grande no se esforzaba por abrir los ojos de una buena vez. Sin embargo, por más que insistía sobre este tema, sabía, en alguna parte de sus ser, que no debía presionar demasiado a la muchacha pues corría el riesgo de adormecerla aún más.

Como dije anteriormente Victoria se desempeñaba como jefa de la sección de prensa de un prestigioso banco. Recibida de periodista, la mujer había pasado por diferentes áreas hasta que por fin tuvo la posibilidad de ingresar donde siempre había querido estar. Además de llevar adelante aquel trabajo, Victoria escribía notas para distintos diarios y revistas en carácter “free lance” que Juan Martín le ayudaba a redactar en más de una oportunidad. Sus amistades desconocían el “mundo místico de Juan Martín” como ella llamaba a las “proezas” que le había visto realizar. Juan Martín era muy reservado en este aspecto.

En su interior se llevaba a cabo una especie de batalla entre dos fuerzas igual de poderosas. Una insistía en que aquellos prodigios debían ser comunicados a todas las personas para que, viendo de lo que era capaz el hombre, desarrollaran también dichas habilidades y aunando fuerzas llevaran a la humanidad al próximo escalón evolutivo. La segunda fuerza parecía más precavida, como si intentara protegerse, le daba a entender a Juan Martín que aquellas demostraciones sólo acarrearían miedo y violencia en las mentes dormidas y que podría incluso llegar a poner en peligro su vida y la de Victoria. En realidad poco le importaba su vida pues sabía que, conciente de la verdad, sólo representaría la ausencia de un cuerpo físico. Sin embargo, el hecho de que Victoria sufriese aunque sea sólo un poco era suficiente para detenerlo y condenarlo, por el momento, a padecer aquella guerra interna e interminable.

Por supuesto que todo lo que acabo de relatarles es lo que Juan Martín, sea o no ese su verdadero nombre, sabe o cree saber de su vida y existencia. El joven de rasgos mesopotámicos conoció la vida junto al pueblo caldeo antes incluso de la formación de babilonia y vivió bajo el yugo de reyes como Nabopolasar, Nabucodonosor e incluso el mismísimo Amel-Marduk. ¿Por qué no recuerda su pasado? ¿Lo recordará algún día? ¿Es realmente Victoria el alma pura y semidespierta que aparenta? ¿Son aquellas voces que libran guerra en su mente producto de semejante olvido?

Todas estas son preguntas no se han generado todavía en la ignorante mente conciente de nuestro mago. ¿Tendrán algún día una respuesta? ¿Conoceremos alguna vez las energías que obraron para que esto suceda? Sólo puedo decirles…

No lo sé.