viernes, 11 de noviembre de 2016

La desnaturalización del hombre, su libertad inherente y la ilusión que lo atrapa.


Pensaba escribir sólo sobre uno de estos tópicos, el de la ilusión de libertad en la que nos encontramos sumergidos y asfixiados. Esta idea surgió en mí hace alrededor de ocho años en una discusión con un profesor de legislación. En ese momento era un esbozo de lo que es hoy y faltaba que el pensamiento madurase la idea y su fundamento. Hoy creo que hubo alcanzado la madurez suficiente como para desprenderla del árbol y entregarla en este texto.

Pensaba escribir sólo de uno de tus tópicos, dije, pero me di cuenta que se interrelacionan más fuertemente de lo que supuse en un primer momento, por lo que, si quiero transmitir mi idea con claridad, necesito hablar de los tres. No lo haré en el orden que los fui concibiendo porque creo agregaría dificultad a la comprensión de lo que intento transmitir, en su lugar intentaré un orden cronológico, asumiendo que el uno es consecuencia del otro.

La desnaturalización del hombre:

Que el hombre fue un ser natural en algún momento de su existencia, quizás cuando todavía no se erguía sobre sus patas, es en mí una convicción, y es que aún, a pesar del tiempo pasado, todavía permanece cierto resabio de esa brutalidad violenta que es natural en él. Voy a hacer un paréntesis aquí, este no es un texto ecológico, por ende natural o naturaleza no son sinónimos de bondad, bondad y maldad son concepto, construcciones mucho más complejas, aclarado este punto continúo.

Decía que estoy convencido de nuestra primigenia naturalidad, sin embargo hace ya milenios que dejamos de serlo, que nos desnaturalizamos en pos de volvernos entelequias culturales. Dejamos pues de ser para comenzar a interpretarnos y transformarnos, por ende, en interpretaciones culturales. De esta manera también le quitamos naturalidad a la realidad, pues al mutar nuestra esencia debimos transformar también la concepción que teníamos de aquello que nos rodeaba, y debimos hacerlo porque ya no nos alcanzaba con que aquellas cosas sean, necesitábamos explicarlas, comprenderlas y por ende realizar concepciones culturales de ellas y así poder racionalizarlas y encuadrarlas dentro de nuestra concepción relativa de la realidad.

Nos transformamos en seres culturales y relativos, somos en función de nuestra cultura, pero también somos en relación a otros, sean estos otros entes o conceptos. Pruebas de esto las hay infinitas, basta con mencionar y analizar superficialmente las construcciones de bien y mal, de bondad y maldad si lo prefieren, para comprenderlo.

Muy bien, explicamos suavemente y de manera incompleta la esencia cultural del hombre, es momento entonces de continuar con su libertad inherente. Es justamente esta separación de su naturalidad, esta capacidad de concebirse a sí mismo de forma cultural, la que otorga libertad al hombre y es una libertad inherente porque está asociada a su nueva visión de sí mismo. A partir de convertirse en una construcción cultural el hombre comprende que puede decidir y no someterse a diversos aspectos que en el pasado gobernaron su vida. Así, en busca de esa gobernabilidad sobre su destino es que adquiere conocimientos, desarrolla tecnología y a través de la explicación del mundo que lo rodea, es decir, a través de las concepciones culturales que hace de su entorno, se vuelve libre. Ya no está atado a lo natural, ya no es presa del clima, de la escasez de comida y empieza a comprender que puede, a través de su intelecto, elegir, decidir. Y es que eligiendo y decidiendo ejercemos nuestra libertad y como siempre, absolutamente siempre elegimos y decidimos, ejercemos nuestra libertad constantemente, aún en contra de nosotros mismos. Nadie puede elegir ni decidir por nosotros, nadie puede quitarnos nuestra libertad, es simplemente imposible porque está unida intrínsecamente a nuestro ser. Nosotros decidimos sobre cada uno de los aspectos de nuestra vida, decidimos incluso en aspectos tan íntimos como son nuestra salud o enfermedad, pero no quiero adentrarme en esto, al menos no en esta oportunidad.

Esta libertad inherente es un problema ¿Para quién, para nosotros? No, no al menos que nosotros seamos alguien que necesita adueñarse de la libertad de otros. ¿Cómo adueñarse de la libertad de otros? Esa es una pregunta que inquietó, inquieta e inquietará las mentes de quienes conforman los sectores de poder, porque no es sino mediante la sustracción de esta libertad que ellos pueden imponerse por sobre los demás, que ellos pueden ejercer sus políticas de exclusión.

La libertad no puede ser arrebatada ¿Y entonces? Entonces puede ser cedida y es este el tercer punto o concepto y el primero del que quería escribir, porque es a través de esta cesión de libertad, que se simula la falta de ella. Existen muchas formas mediante las que cedemos nuestra libertad, algunas más positivas que otras. A veces la cedemos por respeto, porque confiamos en la sabiduría o experiencia de un tercero y estamos seguros de que sus elecciones y decisiones nos beneficiarán, así surgen los líderes verdaderos, aquellas personas que pueden o no tener una autoridad cedida, pero que de forma indiscutida tienen una autoridad real que hace que otros respeten sus elecciones y decisiones y las acaten como propias. Sin embargo también se puede lograr que la libertad se ceda a través de ilusiones. De engaños y mentiras que buscan legitimar el gobierno de unos sobre otros y esto, es algo en lo que no me cabe duda se trabajó, trabaja y trabajará en pos de perfeccionar los métodos mediante los cuales el hombre cede su libertad. ¿Se acuerdan de Matrix? Bueno, es algo parecido, sólo que en lugar de ser máquinas es el propio hombre quien se condena a sí mismo.

La primera de las ilusiones que atrapó al hombre fue la de la esclavitud. A través de la fuerza bruta y de diversos mecanismos barbáricos, los pueblos antiguos imponían su cultura, su visión del mundo por sobre otros, los impelían a ceder su libertad a cambio de sus vidas y así los sometían. Sin embargo estas sumisiones no eran totales, había quienes comprendían que aún siendo esclavos eran libres, había quienes comprendían que podían elegir otra cosa y contagiaban aquella conciencia de libertad a otros, entonces se suscitaban las rebeliones que exitosas o no representaban siempre una pérdida para el dominador. No sólo porque perdía mano de obra en la revuelta, sino, porque aunque lograran sofocarla, se volvía evidente que no eran dueños de la libertad de sus esclavos.

Surge entonces la ilusión del dios, las religiones, quizás en un primer momento fueron algo puro y positivo, de hecho los preceptos de la mayoría de las que conozco lo son, sin embargo con el tiempo se transformaron en mecanismos de control, en formas mediante las que lograr que la gente cediera su libertad. Ahora no había un látigo sobre la espalda, pero había un dogma una necesidad de hacer las cosas de una manera y no de otra, porque esa era la manera en que la deidad de turno lo requería. La mística de las instituciones religiosas parece intrascendente, cosa del pasado, del obscurantismo, pero siguen vigentes hoy día y se entrelazan estrechamente con la concepción que tenemos del bien y el mal. Es simple, no encierra muchos misterios, ejerce su poder mediante una conjunción de temor y esperanza, incluso parece inocente.

Llegó la ciencia y el miedo a los dioses comenzó a desdibujarse, las religiones no pudieron reinventarse con la velocidad que necesitaban para mantener cautiva la libertad de la gente, pero el miedo seguía y sigue presente en la conciencia humana. Se usó y se usa constantemente para que entreguemos nuestra libertad, pero sigue generando, en mayor o menor medida, rechazo y rebelión.

De la mano de la ciencia, llegó una nueva ilusión, la más fuerte, abarcativa y efectiva de las que se utilizó hasta el momento, la ilusión de libertad ¿Pero cómo. No era que la libertad era algo inherente al ser humano. Cómo es que algo así puede volverse una ilusión? Esa es la mejor baza jugada hasta el momento por los sectores dominantes.

Ejercemos nuestra libertad mediante nuestras decisiones y elecciones, no hay otra forma y elegimos y decidimos a través de nuestra concepción cultural y relativa de nosotros mismos y lo que nos rodea. Supongamos entonces que estos sectores de poder logran moldear nuestra concepción cultural de la realidad y consiguen que relativicemos en favor de ellos. Entonces, si esto sucede, si esto es así ¿No sería nuestra libertad aparente? ¿No la habríamos cedido sin darnos cuenta? Y lo que es peor aún, peor para nosotros pero no para los sectores de poder. ¿Nos rebelaríamos contra aquello que concebimos como una elección libre? Si a uno le imponen ideas a golpes es fácil comprender que no es lo que uno quiere, si uno quiere estudiar danzas y su padre lo azota para que juegue al fútbol, porque en la concepción machista de su cultura bailar es para maricones, quien recibe el castigo comprende que, si decide jugar al fútbol lo hace sólo para evitar los golpes, no por un verdadero deseo y en algún momento, quizás cuando sea más fuerte que su padre, puede que se rebele contra esto. ¿Pero qué pasa si esa misma persona, que en ese contexto hubiera decidido ser bailarín aún en contra de los designios de su padre no conoce la danza? Si desde siempre se le muestra nada más que el fútbol y no otra cosa ¿Sería capaz de decidir bailar? Puede que alguno termine por inventar la danza, pero la gran mayoría se dedicará a jugar al fútbol y no se rebelará contra esta idea porque la considerarán propia.

Esta es, a mi criterio, la ilusión más peligrosa, al menos de las ideadas hasta el momento, y se sostiene sobre dos pilares fundamentales, globalización y medios masivos de comunicación. La única manera de moldear la construcción cultural que las personas tienen en su conjunto sobre la realidad es hacerlo de forma masiva, es menester generar credibilidad y llegar a la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible, se debe construir el sentido común para que se adapte a las ideas de quien digita y, para poder lograr eso es necesario comunicar masiva y globalmente. Controlar la información que se difunde, controlar las ideas que se expresan es fundamental para lograr este objetivo. Recuerdo un libro que stephen king escribió bajo el pseudónimo de Richard Backman, en español se llamó el fugitivo, lo recomiendo, en él el gobierno había logrado impulsar una ley para que sea obligatorio que todas las casas tuvieran un televisor encendido.

A Stephen King se lo menciona como un “maestro del terror”, pero sin discutir sobre si esta apreciación es cierta o no, nada me produce más escalofrío que esa ley, porque es mediante la masividad de la comunicación que se puede moldear colectivamente la realidad.

Cómo se produce todo esto es un tema complejo y evoluciona constantemente. Algunas de las herramientas que se utilizan son ocultar o distorcionar la información, transmitir noticias interpretadas sin exponer el punto de vista, el ideal desde el que se interpretan y por supuesto el miedo. El suficiente cómo para ajustar el comportamiento sin generar rebeldía.

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