La ilusión de libertad: Reflexiones sobre la naturaleza humana y el poder
Pensaba escribir sólo sobre uno de estos tópicos, el de la ilusión de libertad en la que nos encontramos sumergidos y asfixiados. Esta idea surgió en mí hace alrededor de ocho años, durante una discusión con un profesor de legislación. En ese momento, era un esbozo inmaduro, un germen que carecía de fundamentación. Hoy, siento que esta reflexión ha alcanzado la madurez suficiente como para desprenderla del árbol y entregarla en este texto.
Inicialmente, pensé en abordar un solo tema. Sin embargo, me di cuenta de que los tres tópicos que se entrelazan en mi reflexión están profundamente conectados. Por ello, para transmitir mi idea con claridad, necesito tratarlos en conjunto. Para facilitar la comprensión, optaré por un enfoque cronológico, asumiendo que cada concepto es consecuencia del anterior.
La desnaturalización del hombre
Es una convicción personal que el ser humano, en algún momento de su existencia, fue un ser plenamente natural, quizá en una época anterior a su bipedestación. Todavía persisten vestigios de esa brutalidad primigenia que caracteriza nuestra naturaleza. Sin embargo, quiero aclarar que "natural" no es sinónimo de "bueno". La bondad y la maldad son construcciones culturales, conceptos mucho más complejos que trascienden lo meramente biológico.
En el transcurso de milenios, hemos dejado de ser seres puramente naturales para convertirnos en entelequias culturales. Este proceso implicó un cambio radical: dejamos de simplemente existir para comenzar a interpretarnos y transformarnos, construyendo una realidad cultural que reconfiguró nuestra percepción del mundo. Al alejarnos de nuestra esencia natural, también modificamos nuestra relación con el entorno, racionalizándolo y encuadrándolo dentro de nuestras concepciones culturales.
El filósofo Clifford Geertz argumenta que la cultura es un sistema de significados compartidos que da forma a nuestras acciones y percepciones. Bajo esta óptica, el ser humano no solo actúa dentro de un marco cultural, sino que también se redefine constantemente en función de él. Prueba de ello son las construcciones de bien y mal, conceptos relativos que varían entre culturas y épocas.
La libertad inherente
La desnaturalización del ser humano le otorgó una cualidad distintiva: la libertad inherente. Al convertirse en un ser cultural, el hombre desarrolló la capacidad de decidir, de no someterse a las leyes inmutables de la naturaleza. A través del conocimiento y la tecnología, comenzó a gobernar su destino, ejerciendo su libertad al elegir y decidir en cada aspecto de su vida.
Jean-Paul Sartre, en su filosofía existencialista, sostenía que "el hombre está condenado a ser libre". Esta afirmación subraya que la libertad es una característica ineludible de nuestra existencia: incluso cuando elegimos no actuar, estamos ejerciendo nuestra libertad. Nadie puede arrebatarnos esta facultad intrínseca; solo podemos cederla voluntariamente.
Sin embargo, esta libertad también es un problema para quienes buscan ejercer el poder sobre otros. Los sectores dominantes han comprendido que no pueden arrebatar la libertad, pero sí pueden influir para que la cedamos, ya sea por respeto, confianza o mediante ilusiones cuidadosamente diseñadas.
La ilusión de la libertad
La forma más eficaz de sustraer la libertad es crear la ilusión de que somos libres. Esta estrategia se ha perfeccionado a lo largo de la historia. En tiempos antiguos, la esclavitud se imponía mediante la fuerza bruta. Pero incluso entonces, algunos esclavos comprendían que, a pesar de su situación, seguían siendo libres en su capacidad de elegir.
Con el tiempo, las religiones se convirtieron en herramientas para controlar la libertad. A través del dogma y la fe, se impusieron normas y conductas bajo la promesa de esperanza o el temor al castigo divino. Aunque las religiones ofrecieron consuelo y estructura a muchas sociedades, también se utilizaron para legitimar jerarquías y mantener el statu quo.
La llegada de la ciencia y la secularización debilitó el poder de las religiones, pero no eliminó el control. De hecho, la ciencia fue instrumentalizada para crear una nueva ilusión: la libertad aparente. En la modernidad, los medios masivos de comunicación y la globalización han moldeado nuestra percepción cultural, influyendo en nuestras elecciones y decisiones. ¿Podemos considerar libre una elección cuando todas las opciones han sido previamente configuradas por intereses externos?
El escritor Stephen King, bajo el pseudónimo de Richard Bachman, exploró esta idea en su novela El fugitivo. En ella, un gobierno totalitario obliga a cada hogar a mantener un televisor encendido como medio de control. Este ejemplo ficcional ilustra cómo la masificación de la información puede moldear colectivamente la realidad y perpetuar sistemas de dominación.
Conclusión
La ilusión de libertad es, a mi juicio, una de las herramientas más sofisticadas y peligrosas utilizadas por los sectores dominantes. Al moldear nuestra construcción cultural, pueden influir en nuestras elecciones sin que siquiera lo notemos. Este control sutil es más efectivo que cualquier cadena o dogma, porque nos hace creer que actuamos por voluntad propia.
Para contrarrestar esta ilusión, es fundamental cuestionar las narrativas predominantes, reflexionar sobre nuestras elecciones y buscar perspectivas alternativas. Solo así podremos recuperar nuestra libertad en su forma más pura: como la capacidad de decidir de manera consciente y autónoma.
Como decía Sartre, estamos condenados a ser libres. Pero esta condena también es nuestra mayor fortaleza, siempre y cuando tengamos la valentía de asumirla y defenderla.
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